Quieres escribir un libro.
Es tu mayor sueño.
Es más, lo has escrito pese a todo.
Ahí está, horas y horas robadas al sueño, a tu vida, a tu ocio. Pero ahí lo tienes, mirándote fijamente y preguntándote constantemente, a gritos en ocasiones, si en algún momento podrá ver la luz. Si en algún momento de tu vida tienes pensado mostrar al mundo lo que él quiere contar. Lo que tú has querido contar a través de él.
Y ahí estás tú. Sin saber cómo reaccionar, qué contestarle a su angustia, a su deseo de caer en manos extrañas e imbuir su mente en la vorágine de palabras que lo conforman.
Y no siempre es sencillo.