Autopublicar sí, pero con cabeza: por qué necesitas un diseñador y un maquetador profesional en tu libro
Publicar, más bien autopublicar un libro, nunca había sido tan fácil. La tecnología y las opciones que nos rodean permiten hacer casi cualquier cosa. Hoy en día, con un puñado de herramientas online, plantillas prediseñadas y algo de voluntad y tiempo, cualquier autor puede colgar su obra en plataformas como Amazon KDP, Lulu o similares. Lo escribes, le das forma, subes el archivo… y listo: tu libro ya existe.
Pero una cosa es que exista, y otra muy distinta es que sea. Es decir, que esté preparado para competir. Porque lo que mucha gente olvida al llegar a este punto, es que autopublicar no es sinónimo de «hacerlo todo tú solo». Y ahí empieza el problema que no todo el mundo es capaz de ver.
El lector juzga un libro por su portada. Y por su interior.
Como en todo, hay una verdad incómoda que algunos prefieren ignorar: sí, los lectores juzgan un libro por su portada. Y no solo por la imagen que presenta, si no por su diseño, su título, su maquetación interior. Todo eso influye en el posible lector mucho antes incluso de leer una sola línea del contenido. ¿Superficial? Puede. ¿Real? También.
Una portada amateur, que no tiene en cuenta todas las opciones, transmite poca profesionalidad. Una maquetación desordenada, poco estética y mal estructurada, cansa. Un diseño de capítulos, de apartados o desestructurada, aleja. Da igual que tu historia sea brillante con una prosa perfecta y un hilo conductor impecable: si la primera impresión es de baja calidad, muchos lectores ni siquiera le darán una oportunidad. Especialmente si tu libro se coloca en el escaparate junto a otros (de editorial o autopublicados) que sí han cuidado todos los detalles.
Diseñar no es solo poner una foto bonita
Vamos al lío y pongámonos serios: el diseño gráfico editorial no va solo de elegir una imagen llamativa, meterle un título encima y tirarle un par de filtros. Un diseñador profesional no solo tiene buen gusto, conocimientos y/o años de experiencia: tiene criterio editorial. El diseñador editorial siempre sabe qué funciona en cada género, qué tipo de portada encaja con una novela romántica o un thriller, qué colores provocan qué emociones y qué tipografías son legibles y profesionales y aportarán más información y destacarán de manera adecuada.
- Investiga tu obra antes de ponerse a trabajar.
- Tiene en cuenta el público objetivo y el canal de venta.
- Sabe adaptar el diseño al formato físico y al digital sin que se pierda nada.
- Y sobre todo: aporta coherencia visual al proyecto.
No es casualidad que las grandes editoriales cuiden sus portadas al milímetro. Porque saben que una buena portada vende. O al menos, hace que se despierte la curiosidad de la gente y, ya de principio, se pare a mirar.
La maquetación: el arte invisible
Luego está esa otra parte. Esa parte que resulta menos vistosa pero igual de crucial: la maquetación. La gente suele tener una idea muy equivocada de qué es y cómo funciona, y mucho más de para qué sirve. Se tiende a pensar que maquetar es «colocar el texto, justificarlo y ya está». Como si fuera darle a «Guardar como PDF» y listo. Pero no, no se trata de eso nada más, ni de lejos.
La maquetación es el arte invisible que marca la diferencia entre un texto legible y uno insufrible. Aquí es donde entra en juego el trabajo del profesional que ha de tener en cuenta y utilizar de manera correcta y adecuada diferentes aspectos internos que un profano no tendrá en cuenta, no por dejadez, si no por falta de conocimientos. Así hay que tener en cuenta cosas como el espaciado correcto, los márgenes adecuados, la justificación del texto, el tipo de fuente, el interlineado, los encabezados, la paginación lógica, los saltos de capítulo bien colocados, las notas, los estilos tipográficos coherentes… y cada texto es un mundo diferente y diferenciado. Cada temática permite jugar de distintas maneras con esos detalles, cada historia pide un ajuste personal.
Y aquí está la magia. Cuando todo eso está bien hecho, nadie lo nota. Simplemente se disfruta de la lectura (nos guste más o menos el meollo del asunto 😊). Pero cuando está mal hecho, aquí el lector se siente incómodo, no termina de imbuirse en la historia, se agota visualmente… aunque no sepa por qué.
Una mala maquetación puede:
- Provocar fatiga visual.
- Dificultar la lectura en dispositivos electrónicos.
- Generar errores al imprimir (cortes, desbordes, sangrados mal definidos).
- Dar una imagen descuidada y poco profesional.
Para realizar estos trabajos, el profesional que se dedica a esto sabe usar software específico (InDesign, Affinity Publisher, Vellum en Mac…), conoce las reglas del juego editorial y adapta la obra a los distintos formatos sin comprometer su calidad y sumando puntos en el resultado final.
Las herramientas online están bien… hasta cierto punto
Sí, existen herramientas que a la hora de autopublicar, pueden ayudarte a maquetar y diseñar portadas: Canva, Atticus, Vellum, Reedsy, incluso Word con algo de maña (tienes en mi blog varios post para poder hacerlo). No vamos a decir que no sirven. Sirven, claro que sirven. Para salir del paso, para experimentar, para aprender.
Por desgracia, no sustituyen el criterio profesional. Y eso tiene una fácil explicación y es que esas herramientas no tienen criterio real, no te dirán que lo que estás intentando no es lo adecuado, no saben que un título en fantasy no debe parecer una portada de chick lit. Ni que en el interior del libro no se deben cortar palabras con guiones por todas partes. Ni que la numeración de páginas no siempre empieza en el prólogo, si no que en muchas ocasiones, aparece por primera vez en la página uno del texto.
Son herramientas. Y como tales, dependen de quién las maneje.
A lo largo de mis años de experiencia me he encontrado a muchos autores que al autopublicar cometen el error de fiarse demasiado de estas soluciones automáticas. Se ponen a realizar los diseños y maquetaciones con ellas y como se lo permiten, ellos consideran que es adecuado. Pero después llegan las consecuencias con las que no contaban: portadas rechazadas por KDP por tener errores de diseño y ubicación de textos, comentarios negativos de lectores que se han encontrado con textos mal diseñados y dificultades para leer con soltura, imposibilidad de entrar en librerías físicas o plataformas de distribución profesional por no contar con un trabajo mínimamente profesional.
Y lo peor: una imagen de marca que daña tu reputación como autor.
Lo que un profesional de verdad aporta a la hora de autopublicar
Y aquí te cuento la realidad. Contratar a un diseñador y a un maquetador profesional no es un gasto: es una inversión. Si de verdad crees en tu libro, si quieres que tenga recorrido y que llegue a lectores reales, necesitas rodearte de personas que dominen su parte del proceso. Al igual que no acudes al zapatero para que te arregle el ordenador, no vas al supermercado a comprarte un bolso o no llamas al cerrajero para curarte un resfriado. Has de acudir al experto en cada una de esas materias.
Lo que un profesional te aporta va mucho más allá de lo visual o lo técnico.
Hay muchas aportaciones que para un autor pueden serle de valiosísima utilidad, no solo contratas a un profesional que domina las técnicas editoriales, si no que muchos profesionales también asesoran en aspectos clave del proyecto, evitando errores comunes y aportando soluciones reales.:
- Visión de conjunto: coherencia entre tono, estilo, formato y público.
- Experiencia editorial: conoce las plataformas, normativas y detalles que evitan errores.
- Ahorro de tiempo (y disgustos): no pierdes días en pruebas o peleas con formatos.
- Resultado profesional: que se ve y se siente como un libro de verdad.
Pero… ¿y si no tengo presupuesto?
Por supuesto que no todo el mundo puede permitirse contratar a los mejores desde el principio. Resulta en ocasiones prohibitivo, aunque hay que tener en cuenta que se trata de un proceso bastante delicado y que lleva su tiempo, pero incluso con presupuesto limitado, puedes hacer algunas cosas inteligentes para mejorar:
- Prioriza: invierte primero en una buena portada. Como comentamos antes, es la cara de tu libro, y la cara es el espejo del alma. Si logras una portada que impacte o al menos llame la atención, tendrás medio camino hecho.
- Busca colaboradores: hay profesionales emergentes con talento a precios razonables. Evidentemente nadie va a regalarte ese trabajo, pero no tienes porqué gastarte una fortuna.
- Forma equipo: colabora con otros autores y profesionales independientes. Relacionarse entre autores puede ayudarte mucho, meterte en el mundillo y conocer los profesionales con los que cuentan puede ayudarte a tomar buenas decisiones.
- Infórmate: si lo haces tú, algo perfectamente válido, prepárate para ello, estudia bien antes todos los detalles que deberías tener en cuenta, rebusca y aprende. Hay recursos muy útiles para empezar con buen pie.
Lo que no deberías hacer es pensar que “da igual”. Ese pensamiento elimínalo de tu mente. Porque no da igual. Y tu libro tampoco debería dar esa impresión. Si ni al propio autor le importa su libro, ¿por qué habría de importarme a mí como lector?
Autopublicar no es sinónimo de “hazlo todo tú solo”
Autopublicar significa tener el control, sí. Tú controlas el proceso desde el principio al final, eres el autor y el amo y señor del resultado final. Pero también has de querer lo mejor para él, y eso pasa por saber delegar. Como en cualquier otro proyecto serio. En las mismas editoriales, cada paso del proceso es realizado por profesionales competentes en su propio campo. Y como muestra un botón, nadie abre un restaurante y diseña el logo, la carta, la web y el mobiliario sin ayuda. Entonces, si eres capaz de verlo tan claro en esas situaciones ¿por qué tratar así a tu libro?
Tu obra merece respeto. Profesionalidad. Cuidado y mimo. Porque, aunque la hayas escrito tú solo, aunque sea tu criatura, no tienes por qué recorrer todo el camino de su salida al mundo en solitario. Apóyate en los profesionales que la moldearán y la pulirán para que brille también por fuera.
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